martes, 15 de noviembre de 2011

El Oro Egipcio.




El Oro Egipcio.

Buena parte del oro de los tiempos bíblicos y del antiguo Egipto —aproximadamente unos cuatro mil años antes de Cristo— procedía de las tierras yermas e inhóspitas del Egipto meridional y de Nubia; nub era el término egipcio para designar el oro. Nubia siguió proporcionando oro al mundo occidental hasta bien entrado el siglo XVI. Según una autoridad, la producción de las minas de Nubia «superaba con mucho a la cantidad extraída de todas las minas del mundo conocido en épocas subsiguientes hasta el descubrimiento de América».

Los egipcios desarrollaron estas minas a partir de zanjas poco profundas, pero con el tiempo llegaron a abrir en los montes complejas galerías subterráneas. Cuanto más hondas eran las minas, mayor era el dolor humano que costaba su excavación.  La mejor descripción de los horrores experimentados por los obreros de esas minas es la brindada por Diodoro, un griego que visitó Egipto hacia la época en que César gobernaba Roma.  El aire de las galerías era fétido y enrarecido por las pequeñas velas que apenas iluminaban las opresivas tinieblas.  Reinaba un calor insoportable, la tierra cedía con frecuencia y las aguas subterráneas constituían un peligro en todo momento.

Los fuegos empleados para quebrar el cuarzo de las rocas despedían vapores de arsénico que provocaban una muerte atroz a quienes los inhalaban.  Los esclavos habían de trabajar tumbados boca arriba o de lado y estaban literalmente condenados a morir   por agotamiento o aplastados por las rocas.  No es extraño el predominio de la esclavitud, ni que las guerras revistiesen tanta importancia, puesto que las victorias militares aportaban nuevas dotaciones de esclavos para las minas.

Diodoro nos cuenta que los reyes de Egipto no limitaban la población esclava a los delincuentes notorios o a los cautivos conseguidos en las contiendas, sino que también se apoderaban de sus «parientes y conocidos», hombres, mujeres y niños sometidos al imperio del látigo y sin vivienda o asistencia de ninguna clase. Conforme a una disposición ingeniosa, los esclavos eran vigilados por mercenarios de naciones muy diferentes. Como ninguno de ellos hablaba su idioma, los esclavos contaban con escasas oportunidades de corromper a sus guardianes o de conspirar con ellos para conseguir escapar.
Saludos.
LBal.

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