sábado, 5 de noviembre de 2011



EL ORO Y LA ALQUIMIA


El alquimista árabe Artefio explica que "el sol vivifica la tierra y algunos de sus rayos, al penetrar más profundamente en su seno, se condensan en ella y dan nacimiento a un metal refulgente, amarillo, es decir, el oro consagrado al astro del día"...

Entendemos por alquimia la ciencia tradicional que busca la transformación del ser humano utilizando símbolos y alegorías relacionadas con la metalurgia. Doctrina de realización del ser enunciada en forma de metafísica, pero también práctica operativa, cada fase de la transformación del ser humano tiene su equivalente en operaciones químicas bien concretas. No se trata solo de alegorías o aproximaciones simbólicas, sino de realidades tangibles.

La alquimia afirma que el hombre es "plomo opaco que puede transformarse en oro resplandeciente". La doctrina alquímica afirma que todos los metales caminan hacia su estado de perfección natural -el oro- madurando en el interior de la mina. El alquimista, mediante sus manipulaciones, acelera la obra de la naturaleza. Los alquimistas sostenían que todo el universo y los seres vivos están formados por una sola y misma materia con distintos niveles de vibración. El mundo mineral es materia con un alto nivel de densidad vibratoria, mientras que el espíritu es m
ateria sutilizada.


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Mediante una serie gradual de operaciones, el alquimista manipulaba una materia prima (un sulfuro metálico, habitualmente el bisulfuro de antimonio o el sulfuro de hierro) que depuraba progresivamente y que corresponde a su espíritu. La última fase de las operaciones lleva a la obtención de la "piedra filosofal" que permitía transformar plomo en oro. La piedra filosofal es, químicamente, un catalizador que permite acelerar la transformación que la naturaleza realiza, lenta, pero espontáneamente. Para el alquimista es, apenas, un indicativo de que ha alcanzado el "Magisterio".

Históricamente existen unas decenas de casos de transmutaciones metálicas incuestionables. Nicolás Flamel en París, Ramón Llull en Londres, Sendivogius en Praga, Ireneo Filaleto, Bernardo Trevisano, Fulcanelli, etc., etc. afirmaron poder fabricar oro en el crisol. Y lo demostraron. 

Saludos.
LBal.









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