
Los tesoros templarios se consideran malditos.
El grifo proyecta su amenazante silueta sobre quienes han intentado encontrar el
oro de la Milicia del Temple a partir del 5 de octubre de 1307, cuando el rey
Felipe el Hermoso destruyó la Orden. Ni un solo cofre de oro fue encontrado en
las 9000 encomiendas que la orden poseía en toda la cristiandad.
Una
tradición explica que Jacques de Molay, Gran Maestro de la Orden, pudo hablar
con su sobrino Guichard de Beaujeu y le comunicó algunos secretos. Beaujeu abrió
la tumba del anterior Gran Maestro y encontró una reliquia de San Juan Bautista
y los archivos templarios. Con ellos Beaujeu encontró la corona de los reyes de
Jerusalén, la Ménorah o candelabro de los siete brazos, los cuatro evangelistas
de oro que figuraban en el Santo Sepulcro. En el coro del Templo encontró dos
capiteles que basculaban y dejaban dos abiertas dos columnas huecas repletas de
oro. Jacques de Molay indicó que ese oro debía servir para resucitar la Orden
del Temple.
Robert Charroux sostiene que el tesoro templario está
escondido en las inmediaciones del castillo de Arginy en el Departamento del
Rhône. Louis Charpentier, por su parte, lo sitúa en el Bosque de la Espina al
Este de Francia, escondido en las zonas pantanosas o incluso bajo una laguna
artificial. Nuestro amigo, recientemente fallecido, el profesor Jacques de
Mahieu, defiende la hipótesis de que los templarios embarcaron su oro en el
puerto de La Rochelle y consiguieron hacerlo llegar a la desembocadura del
Amazonas.
Sea como fuere, el tesoro del Temple sigue hoy escondido, casi
setecientos años después de su ocultamiento, y guardado por celosos grifos.
Saludos.
LBal.
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