miércoles, 9 de noviembre de 2011

EL GRIFO, GUARDIAN DEL ORO TEMPLARIOS



Cerca de las capillas y encomiendas templarias siempre han aparecido unas estrañas esculturas. Las hemos visto en la encomienda templaria de Figeac (centro de Francia) y también tenemos restos en la Capilla templaria de Barcelona en la calle Ataulfo. En ocasiones lo que algunos ocultistas han querido identificar como representaciones del Baphomet", el ídolo templario, son, en realidad, Grifos, un extraño fetiche.


Según el "Fisiólogo", el Grifo es "el ave más grande de todas las del cielo. Cuando se yergue el sol sobre las profundidades marinas y alumbra el mundo con sus rayos, el grifo extiende sus alas y recibe los rayos del sol. Y otro glifo se alza con él y ambos vuelan juntos hacia el sol poniente, tal y vuelan juntos hacia el sol poniente". A su vez, el Bestiario de Cambridge, lo describe: "... es un cuadrúpedo con alas. Esta especie de animal salvaje nace en las zonas de Hiperbórea. Todos los miembros de su cuerpo son como los de un león, pero sus alas y su rostro son como los de un águila". Otro tratado medieval explica que "En la India están las grandes montañas de oro y piedras preciosas y otros tesoros en abundancia. Pero ningún hombre se atreve a acercarse a ellas, debido a los dragones y a los grifos salvajes".


A partir de estos tres textos se entiende la importancia que concedían los templarios a estos animales mitológicos: tenían la naturaleza regia y solar (eran un mixto de Aguila y León, reyes de las aves y de los animales), y eran por tanto, similares al oro. Eran los guardianes del oro. Los templarios explicaban que el glifo olía el oro y cuando lo descubría lo guardaba ante cualquier intruso. Por eso los templarios lo colocaban en las puertas de sus encomiendas. Hoy los glifos siguen custodiando el oro templario. Ni uno solo de sus tesoros han sido hallados.


Los tesoros templarios se consideran malditos. El grifo proyecta su amenazante silueta sobre quienes han intentado encontrar el oro de la Milicia del Temple a partir del 5 de octubre de 1307, cuando el rey Felipe el Hermoso destruyó la Orden. Ni un solo cofre de oro fue encontrado en las 9000 encomiendas que la orden poseía en toda la cristiandad. 


Una tradición explica que Jacques de Molay, Gran Maestro de la Orden, pudo hablar con su sobrino Guichard de Beaujeu y le comunicó algunos secretos. Beaujeu abrió la tumba del anterior Gran Maestro y encontró una reliquia de San Juan Bautista y los archivos templarios. Con ellos Beaujeu encontró la corona de los reyes de Jerusalén, la Ménorah o candelabro de los siete brazos, los cuatro evangelistas de oro que figuraban en el Santo Sepulcro. En el coro del Templo encontró dos capiteles que basculaban y dejaban dos abiertas dos columnas huecas repletas de oro. Jacques de Molay indicó que ese oro debía servir para resucitar la Orden del Temple. 
Robert Charroux sostiene que el tesoro templario está escondido en las inmediaciones del castillo de Arginy en el Departamento del Rhône. Louis Charpentier, por su parte, lo sitúa en el Bosque de la Espina al Este de Francia, escondido en las zonas pantanosas o incluso bajo una laguna artificial. Nuestro amigo, recientemente fallecido, el profesor Jacques de Mahieu, defiende la hipótesis de que los templarios embarcaron su oro en el puerto de La Rochelle y consiguieron hacerlo llegar a la desembocadura del Amazonas.

Sea como fuere, el tesoro del Temple sigue hoy escondido, casi setecientos años después de su ocultamiento, y guardado por celosos grifos

Saludos.
LBal.

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